Por: Psic. Diana Sosa.
Circula en las redes una fotografía de Juan Manuel Márquez posando después de una sesión de gimnasio casera. Los encabezados de dichas publicaciones exaltan la condición física en la que se encuentra a sus 46 años y 6 de estar retirado de la actividad boxística. Todos o la mayoría de los comentarios son de asombro, debido a que es evidente a simple vista lo impresionante de su musculatura y fortaleza.
La razón es muy sencilla. Si uno analiza la carrera del boxeador, podremos inferir la gran disciplina con la que se ha venido desarrollando y que es ya inherente en todos los ámbitos de su vida. Porque es un hecho que cuando un individuo introyecta la disciplina, ésta jamás se va. La introyección es un proceso psicológico por el que se hacen propios rasgos, conductas u otros fragmentos del mundo que nos rodean, especialmente hábitos de alimentación, de salud o de actividad física, sean saludables o no.
Márquez ha sido uno de las joyas del boxeo mexicano y su carrera es un ejemplo en muchos aspectos. Sin duda él debe ser un ejemplo a seguir por su talento, persistencia, disciplina y el
carácter con el que enfrentó sus derrotas pero también sus victorias. Peleó con los mejores de su categoría, nunca se dió por vencido y denotaba una actitud de empuje y positiva.
Es un deportista en toda la extensión de la palabra con ideas firmes, claras, metas y objetivos bien planteados, siempre concentrado en su carrera y después de su aparente retiro, se desenvuelve con éxito en la televisión como comentarista estelar de un programa de boxeo.
Con esto se reafirma que una vez que uno se apropia de la disciplina (o la disciplina se apropia de uno), ésta se aplica en todos los ámbitos de la vida. Porque quien es disciplinado en algo, muy probablemente lo será en todos los proyectos que lleve a cabo.