Por: Psic. Diana Sosa, miembro del Claustro Docente de la WBC University.
“Pensé en rendirme, pero vi que alguien seguía mis pasos”.
La figura del entrenador en cualquier deporte es crucial. Gracias al entrenador, el atleta será guiado hacía toda una vorágine de aprendizajes, triunfos, derrotas y muchas experiencias que los harán crecer a ambos. En conjunto, tomarán decisiones importantes a lo largo de la carrera deportiva y por ende, el entrenador debe tener ciertas cualidades, características y valores, mismos que transmitirá directamente a sus alumnos.
¿Existe el entrenador perfecto? La respuesta es NO. Existen entrenadores que son extraordinarios seres humanos capaces de transformar la vida de un individuo por medio del deporte y eso los convierte en los entrenadores ideales. Como cualquier persona tienen virtudes y defectos, pero deben ser lo suficientemente hábiles e inteligentes para no mezclar sus emociones con su trabajo. Su influencia es avasalladora y vamos a ver por qué. Un entrenador estresado va a dar un entrenamiento estresado y va a estresar al atleta. Por lo tanto, debe ser profesional a la hora de manejar sus emociones.
Si tomamos en cuenta que el entrenador y su alumno pasan mucho tiempo juntos, tanto en entrenamientos, giras, torneos, concentraciones y viajes, podemos deducir que se fortalece una relación interpersonal donde además de involucrarse la situación laboral, también se desprenden emociones como cariño y confidencia. Por eso los entrenadores también deben desarrollar un carácter fuerte y firme, para poder establecer límites de respeto sin romper la confianza que sus alumnos han puesto en él.
Los entrenadores son el ejemplo a seguir, deben predicar además de la palabra con el ejemplo. Los alumnos asumen que la forma en la que él se comporta es la correcta, así que la honestidad debe ser un valor fundamental. También son el soporte cuando hay derrotas, el abrazo cuando llegan los triunfos, pero deben saber orientar a su alumno siendo objetivos sin perder el piso, motivar al equipo para ser mejores, pero reconociendo las fallas propias y también las fortalezas de otros atletas.
La palabra clave para ser un entrenador ideal es el equilibrio. Éste equilibrio se logra teniendo un balance entre su vida privada con la laboral, congruencia y coherencia entre lo que se piensa, se siente y se dice, y poder así desarrollar una sana relación con su entorno y con sus alumnos, ya que como lo mencionamos anteriormente, el alumno confía en él y su influencia es obvia e innegable.