Eduardo Galeano dijo alguna vez: “¿Qué tal si deliramos un ratito?” y el reto resulta interesante… Porque el delirio, la imaginación y los buenos deseos, bien encaminados, son primos hermanos. Con su inteligencia y ésas palabras que solo él podía escribir con ésa hermosura, con ésa distinción y gallardía que despertaba emociones, generó entonces este hermoso texto que comparto con ustedes, mis amigos y amigas tan queridos en esta vuelta de ciclo solar, que nos da la oportunidad de reiniciar y retomar muchas cosas, primero de forma personal y luego de manera colectiva para que en efecto, podamos todos juntos alucinar con pasión desenfrenada esta noche y desear lo mejor para todos porque lo merecemos. De toda la temporada personalmente es el día que me gusta más, porque de alguna manera en el inconsciente pareciera que la vida nos brinda el día de hoy, además de la posibilidad de abrazar a todo el mundo -algo que por otra parte se debería de hacer más seguido-, una segunda oportunidad para seguir trabajando y construyendo nuestro sueño más anhelado, o nuestro deseo más oculto. Y brindo desde este momento porque el sueño se acabe solo porque ya sea una realidad y por supuesto por el derecho a delirar. Mis mejores deseos entonces y Feliz Año 2019…
Y, como decía, acá el texto de Galeano…
“Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible: el aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones; en las calles, los automóviles serán aplastados por los perros; la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor;
“El televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas; la gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar; se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega;
“En ningún país irán presos los muchachos que se niegan a cumplir el servicio militar, sino los que quieran cumplirlo; los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas; los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas; los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos;
“Los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas; la solemnidad se dejará de creer que es una virtud, y nadie tomará en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo; la muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes, y ni por defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero;
“Nadie será considerado héroe ni tonto por hacer lo que cree justo en lugar de hacer lo que más le conviene; el mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra;
“La comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos; nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión; los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle; los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos;
“La educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla; la policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla; la justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse…”